jueves, 15 de febrero de 2007

De tu vida sólo una foto

Entre cigarrillos y luces de la noche revuelvo aquellos recuerdos que a veces tiendo a revisar, por ahí por casualidad, por ahí buscando respuestas de un pasado sordo.

De entre cajas y sobres rescato una de tus tantas fotografías.

El reflejo de un farol alumbra tu rostro y tus manos posando contra el espejo dibujan un triángulo perfecto. Vibran los destellos de luz como alguna vez vibró tu vida.

Tus manos incitaban a la música de los fantasmas, aquellos demonios que entristecían tus días.

La foto es blanco y negro, nunca me salió retratarte en color.

La textura de tu pelo desprolijo hablaba más de tus días que de vos.

Los blancos destellantes que reflejaba el farol en el espejo contrastaban con la sombra sobre el piso que imprimía tu espalda. Pobre espalda, qué peso cargaba y qué inmerecido dolor sobrellevaba.

Recuerdo ese día como si fuera hoy. Noche densa, espesa, fría. El brillo de tus ojos sólo era efecto de aquel farol, nada había de calidez en esa habitación.

Ese día nada fue calmo, nunca nada fue calmo, pero el gris del fondo desnudaba tu alma.

Ese día el grito no cesó. El desorden del cuarto, el cenicero lleno, y otra vez la misma caída. El ensordecer de tu entorno que rebotaba contra las paredes y comprimía el pecho. Y de vuelta la mano apoyada en el espejo, como quien no quiere verse el rostro, tapando aquella lágrima que rodaba por tu mejilla.

No hacía falta decir mucho, las palabras sobraban. Los papeles blancos, arrugados, ajados, escritos a medias y garabateados con furia, desparramados por toda la habitación cual alfombra, sugerían ya que las palabras estaban muertas.

Sentí que por fin tus fantasmas lograron convencerte, al menos, de que hallar la salida era una utopía. Aunque hubieras caminado, preferiste ponerte al abrigo de tus demonios, como aquel farol que asoma de la calle y se abraza a la ventana por las noches.

El tiempo en ese cuarto quedó suspendido haciendo equilibrio entre distintos planos de luz, aunque la sombra parecía dominar la escena. La textura de la solapa de tu camisa desgarrada fue lo último que percibí. Me alejé sin ser advertido. Huí durante horas sin ningún destino cierto. Siempre tuve la sensación de que ese día no te vi. Como si fuera algo del destino supe que esta foto era la última. Nunca más supe de vos, ni de tu voz, ni de tu sonrisa, ni de tu baile, ni de tu vida.

Debo confesar que de vez en cuando reviso esta foto tratando de volverte al presente. Hurgo en los detalles buscando palabras no dichas. Busco en las texturas los sentires que no fueron. A veces descubro mensajes en las sombras. Trato de ver los brillos y rastreo la vida, los proyectos que no fueron. A veces me meto en el cuarto oscuro y vuelvo a copiar tu foto. Sumerjo el papel en el revelador y espero que este proceso

me devele algo más de vos. Intento descifrar el significado de los garabatos en el piso. A veces las sombras salen más claras, a veces el farol es más nítido. Otras, pareciera que la lágrima se desvanece. Otras, puedo percibirme a mí reflejado en el espejo.

Pero, sigo sin saber quién de los dos, ese día, no estaba.

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