jueves, 15 de febrero de 2007

De la fotografía como relato o del relato de una fotografía

Dos ojos brillando tras grandes párpados

aparecieron ante mí.

Su sonrisa y su música

invitaba constantemente a la comedia.

Me pedía una y otra vez cariño

y mis brazos, aunque extendidos,

parecían débiles frente a ella.

Hasta hace meses

no hacia más que recordar,

maldecir, huir,

se me hacia insoportable

atravesar terrible desencuentro.

Nada ni nadie podía detener

mi eterno revoloteo de fantasmas,

me encerraron, me abatieron, me agotaron.

Sentí mil mascaras estallar,

quedé sin aliento, estremecido

ante el color del mundo.

De pronto, desde el hueco más profundo,

quedé desnudo ante la mirada del otro.

Como una rama que no quiere ceder

andaba con paso firme y apacible.

Las mil imágenes se esfumaron,

el opalino de mi retina se calmó,

cedí ante su dulzura.

El sueño había terminado

y aún resonaban las heridas

con cada nueva mirada.

Me imagino tantas cosas,

me he vuelto tan austero en el amor.

Y ahora bailo como un niño,

y, es que a través del sueño

vi algo que no era mío.

Ocurre que mis actores me abandonaron,

que las palabras no fluyen,

que el pecho late,

que el sueño,

que el sueño no era mío.

Como en un pentaprisma van apareciendo caras,

sombras en cada cara,

y en su fragmentación se me devela la historia,

la historia invertida.

La realidad me impuso sus juegos,

me mostró por momentos luz,

por momentos sombras,

y es que hay momentos en los que

uno no suele percibir

más que el gris de las pupilas.

Desilusion, frustración,

todo eso y en un mismo día.

A veces, las más, me percibía

como si fuera otro.

Se derrumban las barreras de la conciencia,

se entabla un diálogo con el mundo.

Por ratos creo verme suspendido en el aire,

rotando, danzando en el espacio.

Bajo cansado, exhausto,

a veces triste, a veces alegre,

todo depende de tus ojos.

Y hoy sentí tu ternura, me colmaste de sentidos,

mis piernas no pararon de vibrar ante tu sonido.

Era sólo escucharte, era sólo mirarte,

era sólo que me escuches, era sólo que me mires.

Y de pronto, silencio.

Me quedé pensativo,

ya todo estaba digerido, todo me bastaba,

me llenaba por dentro.

Sentí el preciso momento

en que me abrazó tu luz,

cuando el cuerpo tomó forma.

El momento preciso, cuando tus líneas,

tus bordes, tu silueta,

se fundían en perfecta armonía con el espacio.

La escena era perfecta, sublime.

Vos y yo solos, nada más existía,

terminó el duelo, me dije,

y respiré aliviado.

Y ahí, en ese instante,

en ese momento de comunión

entre cuerpos, formas y sentidos,

no pude más que enfocarte,

y tomarte la foto.

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